Los sistemas de
transporte están diseñados como espacios instrumentales para la
actividad humana de zonas urbanas altamente densas. Para implementar
un sistema de transporte como el Metro, se necesita tener un mínimo
de población, que va entre un millón y 5 millones de personas. Por
su parte, el sistema de autobuses y microbuses son los medios de
comunicación más extendidos en todo el mundo, aunque el sistema de
funcionamiento económico condiciona la seguridad que pueda ofrecer.
Así por ejemplo, cuando no están reguladas las terminales, las
paradas, o incluso cuando se les condiciona a los choferes su salario
en base al número de pasajeros que suben o al tiempo mínimo que
hacen. Esto incrementa las probabilidades de sufrir o no un
accidente.
Con esto comienzo a describir lo angustiante que resulta cualquier TPM. Empezando con la planeación de nuestro destino hasta la propia configuración del sistema así como la densidad de la población, el día y la hora en que salen, amén de los peligros de delincuencia de cada ciudad, entre otros tantos factores.
Por ejemplo, si
quisiéramos realizar una tarea, digamos llegar a trabajar, lo
primero que debemos realizar es tener una motivación, planear el
destino y tener en mente el tiempo de la realización de la tarea.
Esto es el primer trabajo de nuestro sistema psíquico que se ajusta
a la tarea a realizar. Posteriormente debemos salir de nuestra casa,
digamos a las 7 de la mañana cuando la mayoría de las personas
realizan la misma tarea, caminar hacia el transporte público y
seleccionarlo por descarte, es decir, aquí ya viene otro cálculo
que nos permita elegir bajo criterios heurísticos el transporte que
nos llevará en el tiempo que deseamos llegar, claro suponiendo que
salgamos a tiempo pues la labor se complica cuando salimos tarde.
Aquí comienza a generarse la ansiedad.
Posteriormente, al
tomar ese y/u otros sistemas de transporte seleccionado, comenzamos a
sufrir las dinámicas propias de la aglomeración, es decir, del
sistema social y por otro del tránsito y capacidades tecnológicas y
viales propias del transporte. Ello genera frustración puesto que la
realidad no coincide con las condiciones y tiempos estimados en
nuestro plan mental; este desfase genera mayores grados de angustia.
Finalmente, la
frustración puede generarse si llegamos o no al lugar planeado para
llevar a cabo la tarea elegida, es decir, llegar a trabajar. El
proceso se vuelve inverso y se puede repetir, cuando debemos realizar
el regreso a nuestro hogar, imaginémoslo a las 6 de la tarde, cuando
la mayoría de los trabajadores salen y tienen planes similares al
nuestro. En consecuencia estamos hablando de un sistema complejo en
la que interactúan deseos, contextos psíquicos, se interrelacionan
las competencias colectivas por espacios cómodos, se agrega el
tráfico del transporte y por supuesto, las personas que esperan que
lleguemos al lugar de destino.
Gráfico
9. Diagrama del flujo angustiante usando el sistema de transporte.
Fuente:
Elaboración propia de un sistema simple de planeación de viaje
La frustración
individual, por tanto, repercute en el comportamiento del sujeto que
interacciona con otros en una dinámica de aglomeración en lugares
cerrados y móviles. Este fenómenos colectivamente compartido y
condicionado por el sistema de transporte, se observa en eventos de
violencia y en la velocidad promedio con la que la gente camina.
Dentro de los vagones, en tanto, la violencia derivada de la
frustración, ya no tanto de la angustia, se observa en la falta de
cooperación para optimizar el espacio de los vagones para cooperar
con los deseos de los demás de ocupar un lugar para llegar a su
destino, es decir la instauración de cubos de bloqueo.
En el sistema de
trenes japoneses, se dieron cuenta de esta dinámica, de alguna
manera y estructuraron una labor para forzar que las aglomeraciones
ocuparan de manera eficiente, todos los espacios del vagón a través
de personas autorizadas para empujar el flujo de personas al carro.
Ello quizás se deba a que en sociedades capitalistas desarrolladas
como la nipona, el tiempo es dinero y por tanto, el ajuste sistémico
a estas condiciones de producción y acumulación monetaria necesita
de esquemas neuróticos para llevarla a cabo. La obsesión por el
tiempo y el hacer las cosas a cualquier precio en un sistema social
complejo.
Sería
interesante conocer la simbología del metro, como espacio de
muestras extremas de frustración como lo hacen los suicidas que
deciden tirarse a las vías del tren. Proporcionalmente son mayores
los casos de personas que se tiran a las vías del metro que aquellas
que se tiran al paso de un autobús o microbús. Esto es otro tema,
que puede ser desarrollado, sino es que ya lo está, por alguna otra
investigación que al menos en este ensayo no tocaremos.
Finalmente, el
siguiente capítulo tiene como tarea someter a prueba los postulados
aquí descritos, y para ello implementará 3 experimentos que
pretenderán explicar la formación de cubos de bloqueo ya sea desde
el punto de vista matemático, sistémico y humano.